Desgranant la realitat entre un teatrillo d'interessos
Si fa uns dies us recomanava a en Barril - un dels meus referents escrits en premsa - avui us recomano el meu referent mediàtic, l'únic que tinc: Buenafuente.
Només fa un dia, un vell amic em va passar un correu. D'amics n'hi han de tota mena, però justament amb aquest sempre ens hem sentit còmodes i trempats socialment construint i reconstruint la realitat política del nostre país, per inquiets en aquest tema, més que inquiets inclús diria. El cas és que el seu correu deia quelcom semblant: si vols llegir-lo, mira qui signa. Al veure Andreu Buenafuente no vaig dubtar en aturar-me i llegir a consciència les paraules de l'Andreu. I sí, ho va clavar. Per a tots aquells que no ho hagin pogut llegir en un correu forward o en la seva pròpia web [www.andreubuenafuente.com] l'escrit YO SOY CATALÁN, aquí us el deixo. Un anàl·lisi més que acertat sobre la foguera inconscient de la realitat catalana. Un petit relat sobre el que molts dels que avui controlen el teatre polític i certs mitjans de comunicació, se n'haurien d'aplicar la lliçó humana que hi ha rera cada una de les paraules que fa poc, l'Andreu, ens ha dedicat.
Aprofito per saludar a l'Eloi Claramunt i, perquè no, a l'Andreu.
YO SOY CATALÀN Andreu Buenafuente Novembre 2005
Yo soy catalán sí y sólo espero que las cosas vayan bien en todos los aspectos de la vida.
Sólo espero (sigo haciéndolo cada día) que el ser humano o lo que queda de él, trabaje por un mundo mejor. Más justo, menos competitivo y excluyente con los que no tuvieron la suerte de nacer en un punto llamémosle rico del planeta. Para desear lo que acabo de decir, uno puede ser catalán, gallego, croata, venezolano o de ninguna parte. Hay gente que no se siente de ninguna parte. Hoy, he empezado denominándome catalán a causa del enorme e incompresible chaparrón político que se ha desatado sobre nuestras cabezas, cómo si no hubiera temas importantes.
Con motivo de la ya famosa propuesta del Estatut (que nadie ha leído), se ha recrudecido y hasta envenenado el eterno debate sobre nuestros DNI, los supuestos sentimientos de patriotismo y ese tipo de cosas que no nos importan a la gente de la calle. Dado que ésta es una sociedad mediática apabullante, los presuntos periodistas y sus grupos ejercen de jueces En lugar de informadores.
Predisponen en lugar de servir las noticias. Así es como se oscurece el clima y se cambian la palabra "debate", por "crisis" o "debacle nacional". La derecha se apunta al carro de la crispación y demuestra que no sabe vivir en la oposición. No tiene ideología. Sólo pretende recuperar el control del "chiringito". Y, para eso, cuanto más grande e incuestionable sea el "chiringuito" nacional pues mejor. A la derecha, le trae al fresco la modernidad y la evolución del estado. Si pudiera, ni se hablaría de eso. Como si callar, eliminara el problema. Los políticos, en general, enfocan los temas con torpeza, se les escapan de las manos y generan la inquietante sensación de que "tenemos un problema". Bueno, pues yo no tengo ni quiero tener problemas de este tipo. Yo exijo que el estado aplique todos sus mecanismos legales y reguladores para eliminar el conflicto de nuestra vida cotidiana. Somos libres. Nos gestionamos así y el miedo, el oscurantismo y los apocalípticos deberían estar prohibidos.
Porque no es sano, ni moderno, ni democrático. Todos aquellos, los que sean, que aviven el fuego de la controversia, deberían verse en un espejo y contemplar sus aspectos de hechiceros de la tribu. Si Catalunya quiere un nuevo estatuto, ¿qué vamos a hacer? Pues lo que dice la ley. Esperar a que el Parlamento español se pronuncie y considerar todas las declaraciones vertidas durante el proceso como
un elemento más del juego democrático. De nada sirve juzgarlas por separado. De nada ensalzar a los radicales, ni demonizar a los que discrepan, ni ridiculizar al gobierno. Bueno, sí. Sirve para cargarse al estado. Aquí, donde yo vivo, nadie quiere ofender a nadie. Nadie quiere enfrentamientos porque las heridas del pasado son demasiado dolorosas como para desear reabrirlas.
¿Unidad Nacional? Estaremos unidos si respetamos nuestras diferencias e identidades, conservadas con esfuerzo y alguna tragedia a través de los siglos. Si nos sentamos en una mesa a construir la España del siglo XXI, conseguiremos erradicar esa sensación de pantano agrietado que amenaza con llevarse por delante tantos años de poso común.
Los tiempos cambian y los pueblos que conforman el Estado español son más listos, avanzados y orgullosos. ¿Que hay de malo en eso? El orgullo sumado nos hará más fuertes. Nos plantará ante Europa como un pulpo de tentáculos rápidos y musculosos y no como un cangrejo con boina que camina hacia atrás y no ve el progreso aunque lo tenga delante de sus narices.
Soy catalán. Mis padres emigraron desde Andalucía tras una guerra fraticida. Mi jefe es italiano y vive en Madrid. Uno de mis mejores amigos es de Chamberí. Su hija nació en China. Mis parientes se reparten por Valencia, Murcia y Galícia. Mi compañera de trabajo nació en New York. Toda esa gente, ahora y aquí, pedimos políticos a la altura de las circunstancias que negocien nuestro futuro con sentido común y profesionalidad.
Andreu Buenafuente
Noviembre 2005
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